Auguste Perret y el Palacio de Iéna

Corps

Auguste Perret, que goza de renombre mundial por ser el artífice del edificio de apartamentos de la Rue Franklin (1903), el Théâtre des Champs-Elysées (1913) y la iglesia de Le Raincy (1923), diseña el Palacio de Iéna (1939) según un orden clásico, cuyas proporciones se derivan directamente de la lógica de los materiales. Las esbeltas columnas sustentan con gran fluidez el tejado, bajo el cual se desliza un segundo edificio, y se ensanchan en el vértice para formar capiteles. El Palacio de Iéna, máquina implacable que capta las luces y las sombras en sus hormigones de mármol rosa y pórfido verde, es una de las aportaciones más destacables del racionalismo moderno a la arquitectura universal.

Auguste Perret, encargado en 1933 de elaborar el plan de urbanismo de la Exposición de 1937, propone dotar a París de un nuevo eje monumental entre la Place d’Italie y la colina de Chaillot: “los Campos Elíseos de la orilla izquierda”. En el emplazamiento del Trocadéro, imagina una “ciudad de los museos” y un teatro con diez mil localidades. La caída del gobierno de Daladier, en 1934, conlleva el abandono de este proyecto grandioso, con la correspondiente decepción del arquitecto y los numerosos intelectuales y artistas que lo apoyaban.

Sin embargo, Perret consigue dos prestigiosos encargos, el Mobilier National y el Museo de Obras Públicas (Palacio de Iéna), que le permitirán cumplir un sueño intemporal: erigir un monumento clásico de hormigón armado, cuyo orden moderno podría rivalizar con el antiguo del Partenón, ideal absoluto de “perfección estética”. Auguste Perret, cuyo padre era contratista en el sector de la construcción, pasó su infancia en el ambiente de las obras. A los quince años, lee a Viollet-le-Duc y se apasiona por la construcción, pero es en la Escuela de Bellas Artes, al conocer a su profesor Julien Guadet, cuando descubre el potencial contemporáneo de la cultura clásica. Es brillante en los estudios, pero abandona la escuela sin graduarse para dedicarse plenamente a la empresa familiar.

Con la ayuda de sus dos hermanos pequeños, Gustave Claude, transforma esta herramienta de producción en herramienta de experimentación totalmente dedicada al hormigón armado. Realiza el edificio de apartamentos de la Rue Franklin (1903), el Théâtre des Champs-Elysées (1913) y la iglesia de Le Raincy (1923), que le darán fama internacional. Durante los años treinta, se van definiendo sus retos culturales: introducir el hormigón armado en la alta tradición de la disciplina arquitectónica. “El Mobilier National (1936) está compuesto por una estructura de carga que constituye el refugio soberano”.

Perret no utiliza ningún revestimiento, “con el hormigón basta”. En el Palacio de Iéna (1939), define un orden clásico cuyas proporciones se derivan directamente de la lógica de los materiales. Las columnas esbeltas sustentan con gran fluidez el tejado, bajo el cual se desliza un segundo edificio. El juego de estas dos estructuras forma un estuche de proporciones perfectas. Las columnas se ensanchan en el vértice para unirse a la viga de borde mediante un tronco de pirámide decorado con motivos vegetales. Según Perret, no se trata de un simple capitel, sino de un enlace visual que corona la columna y la convierte, con su curvatura y su base, en “una persona”, que no se puede, dice, “alargar ni acortar”.

De este modo, el arquitecto recupera naturalmente las palabras que se sumergen en lo más profundo de la tradición clásica. Se reconcilia con esta organicidad antropomórfica que es la condición de cualquier orden arquitectónico. Los hormigones están fabricados con pórfido verde y mármol rosa. La sala hipóstila, la escalera y el anfiteatro crean una atmósfera muy noble. La columnata de la Avenue Iéna, máquina implacable que capta las luces y las sombras en la jerarquía de sus texturas y sus molduras, es la expresión más sobresaliente del “orden del hormigón armado”, aportación de Auguste Perret a una disciplina milenaria de la que se consideraba un artesano pasajero.

El Museo de Obras Públicas estaba destinado a presentar al público maquetas de presas y puentes. Fue concebido por Perret como “un amplio refugio a todos los efectos”. Este edificio paradójico, logrado pero inacabado, se adjudicó en 1954 a la Unión Francesa (asamblea de las colonias y territorios franceses de ultramar), y posteriormente, en 1959, al Consejo Económico y Social. El ala de la Avenue du Président Wilson fue construida en 1962 por Paul Vimond para la Unión Europea Occidental. La de la Avenue Albert-de-Mun fue realizada en 1995 por Gilles Bouchez, tras un concurso.